Un poco de historia sobre las escaleras
Cada período ha estado determinado por artesanos que han adaptado y reinterpretado los diseños que habían sido creados antes, transformándolos hasta llegar al presente.
Tanto en la creación de elegantes balaustradas y barandillas torneadas, como de muebles prácticos y robustos, se da una continuidad de la tradición, aunque la interpretación sea moderna.
La escalera de mano simple evolucionó de forma natural hasta convertirse en un tramo recto de escalones, casi siempre encajados dentro de un espacio estrecho y separados por un tabique.
Las escaleras de dos tramos en escuadra, consistentes en dos tramos articulados en ángulo recto con un relleno que las une a mitad de recorrido, también eran soluciones frecuentes, puesto que ocupaban muy poco espacio de habitación.
Las grandes casas de estilo Tudor o jacobino tenían escaleras profusamente decoradas, pero incluso las balaustradas de las escaleras de las casas comunes de aquel período estaban torneadas y labradas.
Una escalera de caracol con un gran eje central cuadrado de piedra o de ladrillo era lo más elegante que pudiera concebirse, pero a mediados del siglo XVI, este tipo de escalera se transformó en escalera de caracol cerrada: una torre con estructura de madera rodeada por una construcción de ladrillos o piedras.
Los balaustres del período isabelino estaban torneados o entallados para que parecieran columnas; los balaustres planos, tallados o perforados son típicos del período jacobino. La mayoría de las escaleras eran de perfil cerrado, con los balaustres dispuestos encima de una banda diagonal y no sobre los escalones.
Las escaleras junto con sus tabicas y rellanos del período barroco eran macizas y solían estar hechas de roble; presentaban balaustres ricamente decorados, formados por bandas continuas, perforadas, para crear tirantes o motivos de hojas de acanto, y en ocasiones presentaban tallas de figuras.
Los balaustres torneados y entallados fueron los más utilizados hasta 1650, momento en que se favoreció la forma de ánfora, y a partir de 1660, ganaron en popularidad las barandillas curvas.
Las casas georgianas presentaban, a menudo, una escalera principal, y otra trasera, para la servidumbre: a parte del pasamanos pulido, la madera se pintaba de un color plano o se dejaba a la vista.
A principios del siglo XIX, la mayoría de las escaleras eran de perfil abierto, con balaustres fijados directamente al escalón visto; los pasamanos eran más sencillos y acababan formando un suave círculo encima del poste que forma el eje.
En la Inglaterra del período de regencia y del victoriano, los pasamanos eran, en su mayor parte, de caoba, y los balaustres y el poste axial bellamente torneados se producían en masa.
En la década de 1930 se popularizaron las escaleras voladizas que seguían la dirección de las paredes curvas, aunque no fue hasta la década de 1950 que los arquitectos descubrieron que una escalera pueda ampliar una zona de vivienda.
Las escaleras o huellas de madera han vuelto a ganar popularidad porque su mantenimiento es sencillo, y porque armonizan con la filosofía del diseño dominante, que aboga por las líneas simples y claras. Además hoy se pueden obtener a partir de tablas encoladas por los laterales que ofrecen mayor estabilidad y sujeción como las que ofrece Maderterraneo.
Fuente: Casas de madera. Editorial Blume
Deja tu comentario